Mala suerte es nacer pobre

POR OLMEDO URBAEZ 
BARAHONA.

El pobre “economía y puerco”. Esa voz popular es sentencia infalible. La falta de protección contra los menos afortunados es reconocida, admitida pero no solucionada.

El tono más elevado se manifiesta con los envejecientes.

Los que tienen la dicha de contar con una pensión para poder adquirir sus medicinas y alimentarse también padecen la tristeza de ver cómo se eleva el costo de la vida y no así los ingresos. Los auxilios pecuniarios de los envejecientes no se indexan y la inflación termina dejándolos en la misma parada de la miseria.

Los ciudadanos pobres procrean muchos hijos concebidos estratégicamente como alcancía para la vejez. Cuentan con que ese apoyo les ayudará a transitar con menos achaques el pasadizo de la muerte. Es un albur, porque no siempre los hijos salen buenos o con posibilidad de apoyarlos ya que cada quien tiene su propia cruz.

Los viejos son como trastos que molestan. Si esos ancianos carecen de recursos propios tienen que tragarse su orgullo y admitir toda clase de vejaciones para poder sobrevivir. Muchas veces los improperios parten de los mismos familiares. Esa es una pena. Pero ocurre. Con la vejez afloran todos los achaques. Es cuando es más necesarios el dinero para los servicios médicos y los medicamentos que se requieren para paliar las deficiencias orgánicas. Pero en los casos de los pobres viejos pobres la desgracia es mayor, porque carecen de una cosa y de la otra. 

Los servicios médicos públicos son deplorables. Visitar un hospital para pobres es encontrar la identidad de la vergüenza. Además de enfermos se sienten humillados por su desdicha. La solidaridad estatal es elusiva porque la carga es grande y costosa. La salud de los pobres es una carga pesada que el estado no puede costear. Hay cosas más prioritarias en las mentes de los legisladores y demás autoridades. Los pobres no hacen opinión pública y como quiera su destino es el mismo. Hace poco estuve en un hospital público y el día se me puso negro. No puedo dejar de ser periodista y preguntar. Las quejas me traspasaron el alma.

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