Tribunal, prensa y calle
Barahona.
Una
de las dificultades I mayores de la sociedad es no haber alcanzado una prensa
que refleje con certeza razonable un vínculo confiable entre lo que ocurrió y
cuanto se dice que ha ocurrido.
Y
es que la noticia, como la información en términos generales, tienen componentes
muy febriles, difíciles de ser controlados, que con desagradable frecuencia
nublan la percepción pública que queda gravemente deformada, náufraga en un mar
de desinformaciones; víctima de un odioso y conflictivo divorcio entre los
hechos y el relato.
El
Papa Francisco, hablando con periodistas, llegó a afirmar: “El periodismo
basado en chismes y rumores es una forma de terrorismo. Difundir rumores es un
ejemplo de terrorismo, de cómo puedes matar a una persona con tu lengua; esto
es aún más cierto para los periodistas, ya que su voz puede llegar a todo el
mundo y esa es un arma muy poderosa”. Esas afirmaciones tan sinceras y severas
se hicieron en ocasión de comentar el drama de las migraciones en Europa, y en
favor de cientos de miles de refugiados arrojados por las guerras del medio
oriente, y desde las durezas norteafricanas.
Nosotros,
por estos lares, padecemos de tormentos parecidos la desinformación muy incoercibles
y lucen dominantes. t Agréguese a todo ello la aparición apasionante de las re-
c des que complican aún más t el entorpecimiento del entendimiento público,
porque ahí i actúan la velocidad desconcertante y muchos desvalores, gozando de
un temible anonimato, manejados por fuerzas j incontenibles, a veces fúricas, A
dedicadas a la destrucción de 1 todo vestigio de paz en la con- c ciencia sin
remordimientos; algo que las lleva a propalar c horrores sin importarles el s
caos que van amasando con s sus maldades.
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