El subsidio, un pastel mal repartido

Por Olmedo Urbáez 
Barahona.

Una de las razones más poderosas y atendibles que tuvo el Gobierno para disponer la eliminación del subsidio al gasoil que ofrecía a los transportistas desde el 2011 era la de que este privilegio “no se usa para los fines para los cuales fue originalmente concebido”.

Resultaba altamente oneroso, pues el Estado le transfería a los sindicatos choferiles (vale decir, a las pocas empresas que monopolizan este ser-vicio) entre 2 mil y 4 mil millones de pesos en subsidios, para que no aumentaran las tarifas del concho.

Rápidamente el subsidio se convirtió en una especie de jugoso botín para las empresas que agrupan a los chóferes y hasta pleitos y muertes violentas se produjeron entre los grupos, como si se tratara de una auténtica lucha entre cárteles mañosos para quedarse con la mayor parte del pastel.


Al quitarles de golpe esta multimillonaria tajada, las empresas que se hacen llamar sindicatos reaccione ron amenazantes y ya en alguna rutas bajo su control se han producido aumentos de las tarifas, sil ninguna justificación.

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